El videojuego “Polybius”, presentado en una cabina de arcade tradicional, fue lanzado al mercado en 1981 por una semidesconocida compañía llamada Sinneslöschen. La remesa inicial fue de tan solo siete máquinas recreativas, que se distribuyeron en algunos salones recreativos de los suburbios de la ciudad de Portland, en el Estado de Oregón, EE.UU.
Según dicho relato, adornado con cierta intención de engrandecer la leyenda del juego, al día siguiente de su salida al mercado las máquinas ya tenían largas colas para jugar frente a la cabina, consistente en un mueble de color negro que, como interfaz de control, contaba con un solo botón y un joystick, siendo el único adorno de la misma la marquesina con el logo del juego.
Las historias que circulan sobre el juego coinciden en señalar que había algo siniestro en el mismo: algunos de los que lo probaron acabaron odiando los videojuegos por completo. Y es que los relatos sobre sus efectos eran demoledores.
El juego consistía en una combinación de luces y gráficos vectoriales estroboscópicos, con mensajes subliminales incluidos. En este sentido era similar a la recreativa “Tempest”, lanzada por Atari un año antes.
En el juego manejábamos una nave, aunque no era la nave lo que se movía, sino la pantalla, que podíamos girar con el único mando disponible. Esto, unido a los vistosos gráficos vectoriales y un sonido sintetizado muy superior al de otros arcades de la época, convertía a la recreativa en todo un logro técnico tremendamente adictivo, según aquellos que la probaron.
No obstante, sus efectos eran demoledores en el subconsciente humano: brotes epilépticos, mareos, pérdidas de memoria, naúseas, alucinaciones, e incluso terribles pesadillas. Hay quien habla incluso intentos de suicidio propiciados por los supuestos mensajes subliminales del juego, e incluso algunos aseguraban ver caras demoníacas al mirar indirectamente la pantalla de juego que desaparecían al fijar la mirada, oían voces ininteligibles, gritos aterradores, quejidos de dolor o pánico y hasta voces femeninas diciendo entre sollozos frases como: “¿por qué me haces daño?”.
La máquina era enormemente adictiva al principio, pero al poco tiempo despertaba en el jugador un odio irracional hacia la misma. Cuanto más se jugaba, más se generaba en el jugador un odio atroz hacia la máquina y al mismo tiempo, la capacidad de recordar en qué consistía o cómo era el juego disminuía, hasta el punto de que el jugador prácticamente no llegaba a recordar nada del mismo
El nombre de la supuesta compañía creadora del juego era de por sí una advertencia: Sinneslöschen, un vocablo alemán que podría traducirse como “pérdida de memoria” o “inhibición sensorial”. No obstante, hurgando un poco más encontramos que el juego fue programado por Ed Rottberg, un empleado de Atari creador de “Battlezone”.
Algunos dueños de salones recreativos de la época cuentan que era frecuente ver a señores trajeados de negro supervisando y controlando el estado de la máquina, tomando notas en sus libretas y hablando con los jugadores sobre su experiencia. Esto acrecentó la sospecha de que la máquina pertenecía al gobierno estadounidense.
Por aquellos tiempos se creía que Atari tenía contratos secretos con el gobierno y que la supuesta compañía alemana Sinneslöschen no era más que una empresa fantasma bajo la que se escondía la propia Atari. Una tapadera para enmascarar un experimento secreto llevado a cabo por el gobierno sobre el sector más joven de la población.
Todo acabó tan súbitamente como había empezado. Transcurrido tan solo un mes desde la colocación de las máquinas, ocurrió la tragedia. Un niño de apenas 13 años murió de un ataque epiléptico mientras jugaba al juego. Al día siguiente, empleados de la compañía, vestidos como siempre de negro, acudieron a todas las salas en donde se había instalado el juego y desmantelaron todas las unidades, haciéndolo desaparecer para siempre.
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Según dicho relato, adornado con cierta intención de engrandecer la leyenda del juego, al día siguiente de su salida al mercado las máquinas ya tenían largas colas para jugar frente a la cabina, consistente en un mueble de color negro que, como interfaz de control, contaba con un solo botón y un joystick, siendo el único adorno de la misma la marquesina con el logo del juego.
Las historias que circulan sobre el juego coinciden en señalar que había algo siniestro en el mismo: algunos de los que lo probaron acabaron odiando los videojuegos por completo. Y es que los relatos sobre sus efectos eran demoledores.
El juego consistía en una combinación de luces y gráficos vectoriales estroboscópicos, con mensajes subliminales incluidos. En este sentido era similar a la recreativa “Tempest”, lanzada por Atari un año antes.
En el juego manejábamos una nave, aunque no era la nave lo que se movía, sino la pantalla, que podíamos girar con el único mando disponible. Esto, unido a los vistosos gráficos vectoriales y un sonido sintetizado muy superior al de otros arcades de la época, convertía a la recreativa en todo un logro técnico tremendamente adictivo, según aquellos que la probaron.
No obstante, sus efectos eran demoledores en el subconsciente humano: brotes epilépticos, mareos, pérdidas de memoria, naúseas, alucinaciones, e incluso terribles pesadillas. Hay quien habla incluso intentos de suicidio propiciados por los supuestos mensajes subliminales del juego, e incluso algunos aseguraban ver caras demoníacas al mirar indirectamente la pantalla de juego que desaparecían al fijar la mirada, oían voces ininteligibles, gritos aterradores, quejidos de dolor o pánico y hasta voces femeninas diciendo entre sollozos frases como: “¿por qué me haces daño?”.
La máquina era enormemente adictiva al principio, pero al poco tiempo despertaba en el jugador un odio irracional hacia la misma. Cuanto más se jugaba, más se generaba en el jugador un odio atroz hacia la máquina y al mismo tiempo, la capacidad de recordar en qué consistía o cómo era el juego disminuía, hasta el punto de que el jugador prácticamente no llegaba a recordar nada del mismo
El nombre de la supuesta compañía creadora del juego era de por sí una advertencia: Sinneslöschen, un vocablo alemán que podría traducirse como “pérdida de memoria” o “inhibición sensorial”. No obstante, hurgando un poco más encontramos que el juego fue programado por Ed Rottberg, un empleado de Atari creador de “Battlezone”.
Algunos dueños de salones recreativos de la época cuentan que era frecuente ver a señores trajeados de negro supervisando y controlando el estado de la máquina, tomando notas en sus libretas y hablando con los jugadores sobre su experiencia. Esto acrecentó la sospecha de que la máquina pertenecía al gobierno estadounidense.
Por aquellos tiempos se creía que Atari tenía contratos secretos con el gobierno y que la supuesta compañía alemana Sinneslöschen no era más que una empresa fantasma bajo la que se escondía la propia Atari. Una tapadera para enmascarar un experimento secreto llevado a cabo por el gobierno sobre el sector más joven de la población.
Todo acabó tan súbitamente como había empezado. Transcurrido tan solo un mes desde la colocación de las máquinas, ocurrió la tragedia. Un niño de apenas 13 años murió de un ataque epiléptico mientras jugaba al juego. Al día siguiente, empleados de la compañía, vestidos como siempre de negro, acudieron a todas las salas en donde se había instalado el juego y desmantelaron todas las unidades, haciéndolo desaparecer para siempre.
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